He leído y escuchado muchas veces sobre advertencias a someterse a operaciones para mejorar el aspecto. Estas conversiones van desde las leves, que no por leves son menores: teñirse el pelo, maquillarse, ponerse cremas, pintarse las uñas, hacer pilates, y así un sinnúmero de actividades y dinero.
Ambos aspectos están tan incorporados en la agenda femenina que casi ninguna se detiene un momento para meditar sobre que en todo ello se pierde lo único importante en el mundo que no podemos desperdiciar, ya que no es renovable: tiempo.
El bien más preciado, el tiempo para actividades que fortalezcan otros aspectos, como la lectura, el arte, el único legado que dejamos, todo lo demás se lo comen los gusanos y solo quedamos en fotografías que nos va transformando en extraños que terminarán en el cajón de un baúl, con suerte, en la basura con el tiempo, en el estómago de bacterias con un poco más.
Tengo una amiga que dice que si nos dejamos abandonadas a la “naturaleza”, por pensar así, no avanzaríamos en nada.
Debo deducir que hay gente que cree que esas actividades son el motor del mundo, o lo que sea que motiva para llevar a cabo esa interminable serie de gastos y ritos que ocupamos las mujeres el 60 o 70 % de las actividades de nuestra vida entera.
No sé ustedes, pero yo estoy esperando que alguien diga basta y blanqueemos la realidad: al natural somos feas, al levantarnos de la cama por las mañanas, somos feas, vulnerables y tenemos mal aliento y tendemos a perder horas de la mañana mientras el Quia duerme, para que cuando se levante él pueda ver otra, que no es una sino, la construida.
Quiero un basta, estoy podrida de correr detrás de un ideal cuyo premio es tener el monto necesario para una cirugía, creyendo que eso me ahorrará horas, solo para comprobar que me lleva más tiempo que antes el mantenimiento de algo que quirúrgicamente se alteró.
A la exageración por el aspecto personal, que se dejó de llamar metro sexual, se la comenzó a llamar dismorfia, para ajusta la fonética y tal vez el contexto, a una realidad más ajustada respecto a los cambios de fisonomía: tienen a ser eternos, nunca estaremos conformes, siempre se busca un límite más allá, porque de lo que realmente se trata toda esta conversión es de otra cosa, que no es la transformación a algo más bello, sino a la búsqueda de algo más valioso: la juventud.
Un poco de maquillaje, una cirugía más acá sólo es un paliativo, pero no la verdadera solución.
Para cuándo el método rejuvenecedor de verdad.
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