Festejo con alborozo la decisión, por fin de encuadrar esa tipología de matrimonio dentro de la ley. No por opinión moral o no moral, sino porque la ley es el principal elemento que se usa para discriminar, mientras por un lado se dice que debe ser ciega, para no discriminar, por el otro se la usa exactamente para lo contrario.
Hasta para hechos mínimos.
Estuve leyendo la editorial de la revista La mujer de mi vida, que hablaba un poco de este tema, una vez que sos “sospechoso” de algo, aunque se compruebe lo contrario, sos sospechoso siempre, sin importar el poco o nada de fundamento que haya.
Una vez que alguien se declara gay, será sospechoso de cualquier cosa, de degenerado, de pervertido, de inmoral, extendiendo la palabra a cualquier delito como dealer de drogas, ladrón, asesino, cualquier cosa.
La policía actúa bajo esas premisas, sin tener más que la excusa de que “ellos están en la calle”, entonces miran un gay, piensa: puto, a continuación le asignan una actitud sospechosa con lo que suelen increparlos, pedirles documentos, preguntarles qué están haciendo, y la respuesta “paseando” la leen como prostituyéndose y así hasta el infinito.
Claro que la policía no actúa así sólo para los gay, ven negros y dicen, “ladrones”, ven grupos de morochos y dicen “arrebatadores”, ven extranjeros colombianos y dice, “drogadictos”, ven gente normal, que no pertenece a grupos de delincuencia y dicen “perejiles”, y así, lo sé de buena fuente.
Le llaman “jerga”, pero no es más que al decantación del lenguaje a la clasificación según un prejuicio muy arraigado de que los grupos se conforma por la cara, el aspecto y la orientación sexual.
Respecto a los delitos de perversión y delincuencia, sacando estadísticas, en casi todos los delitos hay metido un policía, bajo esa forma de ver los números, que son estadísticos, nosotros los ciudadanos comunes deberíamos ver un policía y tendríamos que decir: “ladrón”, “secuestrador”, y también estadísticamente en donde más pedófilos aparecen es en la curia, de ese modo, tendríamos autoridad moral para que al ver a un cura digamos: “pedófilo”.
Según la filosofía de esos mismos grupos, policías, curas, si usáramos sus mismos métodos, tendríamos que llamarlos, delincuentes y pervertidos.
Por supuesto estoy en contra de esas reglas, somos todos individuos y aunque las estadísticas lo desmienten, hay de todo en todos los grupos humanos, no se sabe por qué, pero puestos a reflexionar, en cada persona hay una cruz, un vericueto una circunstancia que lo mete dentro de un grupo o de otro, hay una única verdad y es que somos seres que tendemos a la agrupación, a la empatía, a la sociabilización.
Es hora que sepamos medirnos en nuestras “creencias” fruto de lo que sea, pero seguramente teñida de prejuicios, porque vivimos en una sociedad cada vez más complicada que nos pone límites a todos, si no pertenecemos a uno de esos grupos que sufren el oprobio del acoso de otros, seguro pertenecemos a otro tipo de grupo que grupo que sufre de otro tipos de oprobios debido a las “clasificaciones”, empleados, servicios doméstico, oficinistas, cajeros, qué sé yo, la lista es infinita.
No hagamos nosotros los que nos gusta que nos hagan a nosotros.
Voy en apoyo a las leyes que nos acerquen un poco más a ordenar la sociedad que a juzgarla, como el poder anotar a los hijos con dos madres o padres, la ley del aborto, la ley de la eutanasia.
Voy porque las leyes regulen una sociedad que contemple todos los aspectos de la propia sociedad sin usarla para discriminar ni para juzgar la moral de los actos de los otros que son privados y en el fondo son actos de amor, como el hecho de que hay muchas parejas del mismo sexo que cuidan niños, propios y ajenos que no tienen ningún derecho, cuando hay heterosexuales que los abandonan y cosas peores.
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