El terremoto en ese país, ha abierto las venas, una vez más, en los diarios, para mostrarnos un país que no debería ser.
En Haití, la edad de expectativa de vida es 35 años. Así como lo oye, en el siglo XXI, donde la medicina, a pesar de tratar de combatir la gripe y no lo logra, al menos ha logrado llegar a una expectativa de vida de 70 años en la mayoría de los países, algunos en vías de desarrollo.
Esto coloca a Haití como el país de peor calidad de vida.
No se sabe a quién se culpa primero, si la corrupción o el analfabetismo, que condujeron a la deforestación, al saqueo, a los dictadores, que van desbastando el país, sin que importen los 10 millones de habitantes que viven allí.
Ahora ha sido demolida por un terremoto.
Se piensa que si no fuera la corrupción, la isla estaría mejor resguardada, no sólo de los Huracanes que la azotan, puesto que la deforestación inusitada, deja la isla desguarnecida ante la violencia del clima, sino que si hubiera mejores construcciones y servicios de contención para el caso de terremotos, la indefensión de los ciudadanos no sería tanta.
No sé si se pueden contener ambas cosas, ya vimos lo que pasó en Orleans con un Huracán, no sólo metió la cola el clima, sino que mostró la hilacha del país del Norte, en donde son todos iguales, pero unos más iguales que otros; ni si se puede predecir terremotos con tanta anticipación que se pueda preveer la pérdida de vida humanas, pero una cosa sí sé: que Haití no cuenta con recursos emergentes para semejante debacle.
La mayoría de los habitantes viven en régimen de prácticamente esclavitud, y desamparo, que apenas pueden ser paliados por almas piadosas, empleados de las organizaciones de ayuda, que padecen junto a los ciudadanos hambre y miseria, pero que persisten, para ayudar.
Son almas superiores.
La historia de Haití es excesiva por donde se la mire, antes y después de la colonización, antes y después de sus dictadores, antes y después de las exiguas democracias.
Asolada por sucesivos golpes de estado, el paraíso vacacional se parece mucho al infierno.
Por todas estas reflexiones, me solidarizo con ese pueblo, al que la colonización francesa le ha dejado una enseñanza que aprendieron muy bien: la explotación y el desprecio por la vida humana; salvando la excepción de los millones de ciudadanos que padecen ese aprendizaje y que a pesar de todo, intentan mantener la esencia del pueblo haitiano.
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