Mirá, manos de pezuña, preñadas en las falanges, no entra un anillo ni a palos, y por si acaso entra, no sale. Ya se sabe cuándo no hay diseño de percha. Para empezar, las uñas tendrían que ser lisas y dispuestas, como son las uñas de cuna que se prestan para pincelarlas. ¿Y las cejas?, deberían ser naturales, gráciles, sin ese desdén; así, peludas y florecidas como si fueran un arbusto no da ni para mostrarlas. Del pelo ni hablar, estambre molido, no quiero ni imaginar lo que será rozarlo, lo tocás y te dejan un canal rojo en la mano, hay que suturarlo, después. Las piernas, un asco; tal vez para cocinarlas, ahora que se hacen delicias Gourmet con cardos, pura púa, falso camaleón, aunque las tiña de un color parecido al de las piernas, igual se advierten, amenazan con ensartar, no debe existir tintura tan pardusca. Los labios, ¿dónde están?, ¿detrás de los dientes?, ¿la gorda se comió los labios? Esas curvas de las caderas, son de ruta muy transitada, de glotona consuetudinaria, ya la imagino en unos años, flotando en grasa como oso polar empetrolado. ¿Y esa voz?, de dónde sacó que con ese chillido de tiza curtiendo con el pizarrón puede pronunciar palabras; salvo, claro, que sepa unas pocas, debe andar por la vida así, asintiendo con la cabeza, para no oírse a sí misma. ¡Mirale el sin-culo!, el culo renunció y dejó vacante el lugar; hay que reconocer que eso la favorece, con esos kilos, por lo menos no tiene contrapeso, no va a volcar de popa, porque con las inexistentes tetas, mantiene la línea de flotación equilibrada. Nada que ver, no sé dónde tienen algunos hombres la cabeza, de ninguna manera pudo cambiarme por esa, si hasta se parece a la planta de lagistremia, igual de loca, que este año se le dió por florecer dos veces; días durante los cuales parece linda; sí, hasta que comienza a declinar, de repente no se sabe cómo sacarse de encima la hediondez de los cadáveres de flores que se van pudriendo, se pegan en los zapatos, en la ropa, no se tolera ni respirar. Ya se le va a pasar a la lagistremia la floración y al muy tarado se le va a quedar esa pegada como un abrojo. Hay cada uno.
Ana Abregú.
22/09/2009
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