La literatura actual adolece, piensan algunos de un exceso efectista que casi está considerado fuera del refinamiento que ha llevado a crear recursos literarios novedosos y sutiles que tanto apreciamos en literatura.
Los nuevos aires que imprimen la tecnología no sólo a la temática, sino a la transmutación de géneros, películas que se convierten en libros, libros que se convierten en películas aviva la polémica sobre los temas de producción y la calidad de las tramas diseñadas en función de una fantasía sobre actuada en acciones basadas en mundos imaginarios, más que geografías acotadas como ocurre en las grandes novelas de la literatura; y cuando me refiero a geografía acotada, hablo del mundo real.
Parece que hasta la geografía local ha quedado chica para el diseño de desarrollos y argumentaciones, llevar hechos que se ven fantásticos y superlativos en la pantalla hacia el mundo plano y simbólico del papel parece una causa condenada.
Leer o ver se han convertido en procesos antagónicos, el primero requiere del instrumento de la reflexión, el detenimiento, movilizar el aparato imaginario y de comprensión, el segundo apela a la imagen veloz, a impactar en la atención y a no detenerse más que en el asombro de la imaginería argumental.
Cómo sobrevivir en la era actual a los campos de acción hacia los que se mueven los procesos de producción textual es un campo aún no muy explorado en la literatura latinoamericana, donde el campo de producción textual aun le gana a la producción virtual; pero como la era digital viene empujando firmemente para incorporarse a lo real, mas tarde o más temprano la interferencia de la realidad virtual impactará sobre la producción literaria.
La fabulación y creación de mundos distópicos maneja la preferencia del público lector, sobre todo porque convive bien con el uso de nuevas plataformas que intervienen en la narrativa en forma de experiencia sensorial, donde la lentitud de la lectura vuelve obsoleto el aparato de reflexión literaria.
Se vienen tiempos de cambio en la generación de lectores que se está creando.
Los personajes, necesitan ser héroes y vivir la fábula del entorno con reglas que a la literatura latinoamericana le es ajena, sobre todo porque es un tema que nos invaden desde países desarrollados donde la lectura es sinónimo de distracción que no se asocia al aprendizaje.
Por otra parte, las políticas de los países, cada vez más ensañados con la creación de riquezas que promueven el entretenimiento como forma de vida, estimulando la fantasía como modo de evadir la realidad, aporta al proceso de la desnaturalización de la acción lenta de la buena lectura.
La actualidad y la perspectiva del futuro del libro, no sólo por los nuevos soportes electrónicos, sino por los contenidos, parece conspirar contra el paladar de la escritura con recursos e innovaciones que tienen que ver con una nueva forma de decir, y no con la temática de la fantasía.
La ciencia ficción, un género relegado, está subiendo escalones entre las preferencias del público lector, sobre todo porque las nuevas tecnologías conviven con la realidad de la nueva generación, la llamada nativa tecnológica, que incorporan dispositivos, juegos, videos y todo tipo de formatos de “lectura”, en el que el propio cuerpo es protagonista; leer y ver son parte de la temática del relatos moderno y también el soporte de uso.
Muchos han discutido sobre si el libro electrónico suplantará a los libros en papel, pero el problema es también un problema de intervención de métodos, lo visual, el impacto de la realidad aumentada afectan a las nuevas formas de leer y por lo tanto a la producción del sentido. Estamos conviviendo generaciones de lectores en uno y otro formato, muchos criamos a lectores que nuestras formas, pero están sometidos a las nuevas también, habrá que ver cómo será la forma de leer en el futuro, que sin duda no será como la nuestra, ni buena, ni peor, distinta.