Al reloj se le ocurrió funcionar como si le hubieran aplicado algún impuesto a las rentas, es esa clase de día que siempre alguien aparece con algún argumento torcido que combina con las susceptibilidades del reloj.
Me puse a leer las noticias, y será que tenía mala predisposición, culpa del reloj, que me llamó la atención una reseña en particular.
Se comentaba la presentación del inventor del tiempo, Stephen Hawking, que había inaugurado el pasado 19 de septiembre del 2008, un aparato extraño, al que llamó Corpus Clock, en la Universidad de Cambridge en Inglaterra; la descripción del aparato es lo de menos, frente a los nombres que hubo que inventar para describirlo.
Contiene un bicho, un saltamontes, más específicamente; nombre que ya de por sí pretende disimular con una connotación de sabiduría, (ya que todos sabemos que esa palabra remite a una serie famosa de t.v.), el hecho de que es un bicho; lo cual me hace pensar que la condición del científico -que todos conocemos, no voy a subestimar al lector-, le permite aún sarcasmos sutiles; decía, dicho bicho fue bautizado como Cronófago, devorador del tiempo, para los distraídos; y a cambio de tan simple y sugerente nombre ha costado nada más y nada menos que un millón de libras esterlinas y está fabricado en oro.
Luego, me pareció irrespetuoso llamarlo bicho. Un saltamontes fabricado en oro, de semejante valor, y que representa el tiempo, no puede más que estar destinado a dar la hora más exacta del mundo, si es que hay alguna posibilidad que un reloj se considere reloj, con una hora inexacta.
Si serán los ricos de poderosos que dicho reloj, se da el lujo de indicar una hora precisa, solamente cada cinco minutos.
Por ese costo, quién va a reparar en un detalle menor como que el reloj, además sirva para dar la hora exacta, a las obras de arte no les van a andar exigiendo perfección.
Me impresiona este Hawking, no sólo inventó el tiempo, sino que ahora también lo hace funcionar como se le da la gana.