Los niños saben levitar. Esta teoría es de comprobación empírica, si veo al niño con aspecto robusto y pretendo levantarlo, enfrento el hecho con la disposición de que voy a hacer tanto esfuerzo que mi punto más débil, el pupo, se doblará y se volverá tan chino que aparecerá en el nadir, sólo para terminar sorprendiéndome que puedo. El niño usa su poder de levitación y aporta al proceso, haciéndose más ligero.
En cambio, veo a veces que otras personas cuando lo intentan, se doblan como una caña de pescar, sin poder terminar el gesto, qué pesado, dicen, y es que el niño se vuelve ancho, insonoro, globular.
Los niños están fabricados con un material blando, como un polímero. Los polímeros son insolubles en agua, están constituidos de una estructura tridimensional que contiene los líquidos internos.
Saturan sus intersticios moleculares y aumentan considerablemente su peso específico hasta alcanzar un equilibrio químico-físico, sin perder su forma, de ahí que parezca el mismo niño, pero es otro.
Algunas personas actúan como un disolvente monómero, provocan que la retícula de la estructura del niño se distienda, perdiendo densidad, peso y volumen, liberando el proceso de levitación.
Esto permite que dichas personas puedan levantar al niño con mayor facilidad.
No con todos los adultos la sustancia de la que se componen los niños actúa igual, hay personas a las que el peso no les causa problema, porque ellos mismos cuentan con una estructura química, disolvente de monómeros, que el niño detecta según un sentido específico. Cuando el niño no quiere estar con esa persona, se desencadena una reacción que no depende de su enlace polimérico, sino de una sustancia leve, resbaladiza, que se presenta en forma de contorsiones a la que se da en llamar efecto mayonesa, porque no hay forma de imponerle ningún peso al niño, sencillamente se resbalará de la grampa de las manos del adulto por más enlace covalente que presente.
Hay teorías bastante justificadas que los niños, en tanto sustancias poliméricas, se disuelven con irradiación de ultrasonido, teoría que se puede comprobar porque se ha visto a niños ablandados como panqueques, profundamente dormidos, bajo los efectos de un recital de Marilyn Manson, e incluso de Pappo.
Una post radiación sónica, provoca un efecto rebote, el niño rehace su estructura polimérica en cuanto despierta, y otra vez el proceso se reinicia.
Se sabe que en la mayoría de los casos, los besos, funcionan con los niños con el mismo efecto de la radiación ultrasónica, pero la estructura molecular de los niños, muta, pasa por un estadio de la evolución semejante al de las gárgolas, se vuelven gestuales, a veces bufonescos, revelando de este modo que está próximo al estadio de consumar su alma, y es entonces que comienza el proceso de administrar el poder de levitación que toda su capacidad química le permite, y que se va degradando, procesando ahora sí, todo lo que aprendió en la etapa de nuestro asedio cariñoso, usando los recursos incorporados en hablar, sólo para decir: no, primera palabra que aprenden, aunque los padres insistan en que son ma, en un caso, pa, en otro, o agua en la mayoría.
Los niños, con el tiempo, pierden la capacidad de levitar para adquirir la capacidad de pedir.
Como siempre, en la palabra se encuentran los procesos de transformación más profundos.