El cuento clásico, como género cuenta con muchas particulares, en su característica más amplia y sobre todo otro parámetro, debe contener un carácter doble, esto implica, una cosa es lo que sucede, y otra la resolución de cómo sucede.
Como un ejemplo, supongamos el siguiente texto: “Un hombre besa a una mujer en el andén del tren, cuando el tren llega, la mujer se arroja a las vías”.
Este relato, revela el género en una característica esencial: Sin el hecho que la mujer muere inexplicablemente, vinculándola a la relación de clima amoroso del beso, no habría cuento, hay un pliegue en la historia que se separa en dos historias: la despedida amorosa, el suicidio inexplicable de la mujer.
En todo cuento, ocurren dos historias, una establece o dirige la atención hacia una dirección, la otra irrumpe el relato, revalorizando de otra manera la historia anterior.
Los mejores relatos son aquellos en los que una de las historias se construyen en el intersticio de la otra, una es la historia que se cuenta, y la otra es una historia secreta que se revela o no, pero que es la que cuestión por la que se escribe un cuento.
Hay un efecto que se busca ex profeso: la historia secreta.
El lector de cuentos sabe que habrá algo que debe ser una sorpresa que lo moverá del eje de la historia que se cuenta.
Escribir un cuento es entonces, escribir dos historias, una de esas historias es la que parece, y se basa en una narración común, la otra se construye para una causa, con una lógica narrativa antagónica con la otra.
De la construcción de cuento, se espera precisión, cada elemento del texto se trabaja en relación a las dos historias.
Por ejemplo, en el cuento “La carta robada” de Poe, la descripción de la disposición de los elementos del escritorio parece casual, pero luego, nos damos cuenta que eso era una pista, en realidad, para el desenlace final.
Aunque parece entonces que si se presta atención a todos los elementos, entonces ya se sabe el desenlace, justamente la calidad el cuento consistirá en que el autor, es más imaginativo que el lector y ofrece un desenlace completamente inesperado.
De este modo, se imaginará el lector, que del tamaño de la biblioteca que ya haya recorrido, será la forma en que enfrenta el texto.
El cuento encierra un relato que se va a develar, un enigma, ese enigma no depende de la interpretación, es una narración cifrada, con elementos a propósito para aludir y manipular las interpretaciones del lector, la historia visible, mientras la construcción verdadera es un juego de pistas y simulacros; de la calidad y cantidad de este juego de puesta en escritura se encuentran los lectores, los que se interesan por los diferentes supuestos que el escritor propone.
Es una puesta en escena artificial que se propone al lector que ya sabe que será sometido a esa artimaña, probando su capacidad de prever un desenlace, y en ello reside su encanto.
Enfrentar la lectura de un cuento, es desafiar al lector con una inclinación muy parecida a la predisposición frente a la lectura de un policial, hay una intencionalidad de elisión para la historia secreta y un detective-lector, dispuesto a descubrirla.
En Argentina nos gusta considerarnos cultores de éste género debido a que uno de nuestros escritores más importantes, Borges, era un escritor de cuentos, y creo que la mayoría de los escritores actualmente, aún los que son más conocidos como escritores de novela, incursionan por el género cuento.
Uno de los atractivos del género, no es sólo que como proyecto parece más corto, sino que es una prueba en sí misma para el escritor, puesto que es un género con elementos muchos más restringidos que una novela, por ejemplo, de manera que es un verdadero desafío combinar esos elementos exitosamente con todas las peculiaridades descriptas para el cuento.
En un taller de escritura, el cuento es uno de los géneros que más se trabajan por ser un proyecto corto, tratable, mayormente en un grupo pequeño de personas, con reglas claras sobre sus características.
Es una estrategia el hecho de comenzar un taller de escritura con un género de esta naturaleza, ya que es parte del proceso de escritura aprender a colocar la escritura dentro de un reglas fáciles de detectar, sin embargo, no hay que subestimar el género, un cuento es un logro difícil, sobre todo por lo que se dice más arriba: un cuento es bueno para un lector, cuando le gana la pulseada de la previsión en el desenlace.
Aunque hay otros elementos que lo hacen mejor cuento que no es solamente sorprender al lector, sino la forma en que fue escrito.
Otro de los importantes elementos es el uso de los recursos retóricos. En el Artículo, Oximorón con crema chantilli, en el comentario número 20, hay un ejemplo, que surgió de una pregunta de los participantes sobre cómo se relaciona con el clima o sensaciones la construcción basada en recursos estilísticos o recursos retóricos.
En otras palabras el género cuento no es un recurso menor, si no todo lo contrario, requiere de un muy bien pensado mecanismo de relojería, y cuenta con el principal elemento de estar basado en dos historias que interfieren entre sí, cuyo sentido no existe la una sin la otra, de manera que todos los elementos del cuento son imprescindibles, si en el cuento existe algo que no está en función de esas dos historias, sencillamente hay que excluirlas del texto.
Una de las actividades propias de los talleres de escritura es aprender a identificar, cuándo un relato es un cuento y cuándo no.
Aunque dejo la puerta abierta para comentar, que no siempre es importante que lo sea, depende del proyecto que se proponga el escritor, aunque por supuesto, siempre que hay un proyecto diferente, para reconocerlo como diferente, esa diferencia no debe ser casual, para ello es necesario reconocer el cuento, antes de pretender transgredirlo.