Es difícil pensar la literatura actual desde el punto de vista del género puro, cuando es precisamente la transgresión de esos géneros de lo que se trata la literatura moderna, o es al menos, la aspiración de los escritores al tratar de encontrar una nueva forma de expresarse con el uso de la palabra, ya sea en la forma poética o en la forma de narración.
En la frase anterior refiero a la “forma”, pensando en la distribución de la grafía, el uso del espacio como elemento diferenciador, y a su vez, como una forma de transgresión de la gramática, que le da espacio al sentido.
Pero ambos géneros van mutando y tomando, unos de otros, elementos que en otras épocas los diferenciaban.
Desde el punto de vista de la literatura, lo que nace primero es la poesía, que en la forma de canto, es su expresión primaria. Se la consideraba un vínculo entre el hombre y el encantamiento, involucraba actos de fe, de creencias, era una forma de rendirse a los dioses, de manifestación mística.
La poesía primitiva es parte del bagaje cultural de los pueblos y el modo en que estos transmitían sus creencias.
La narrativa en cambio, surge como una necesidad práctica de contar hechos, más cerca de las situaciones objetivas que se presentan en cualquier grupo humano, que permiten la supervivencia, el entretenimiento, el compartir risas y aventuras.
En la narración se imbricaba el sentido de lo épico, el contar sobre heroicidades como un modo de incentivación de características necesarias para conseguir el sustento o lidiar con las invasiones o conquistas de tierras o causas diversas.
La poesía, mientras era cantada, presentaba la misma situación heroica pero en una forma de embellecimiento propia de las palabras, su forma fónica, la combinación y hasta en la cantidad de elementos, ya sea tratados como sílabas, como palabras, como frases; entre los que la rima era un elemento casi obligatorio.
En este modelo, la descripción se incluía tanto en la narrativa como en la poesía, la diferenciación no sólo era la forma, sino el objetivo del contenido; mientras que en la narración importaban aspectos prácticos, el objetivo de aprender o de conocer y trasmitir ese conocimiento, en la poesía era embellecer, sentir.
Es a partir del movimiento simbolista francés cuya figura preponderante fue Mallarmé, la poesía comienza a prescindir del elemento descriptivo, para convertirse en un juego de sentidos puestos en escena donde la belleza se concibe en la forma, pero también en la semántica, en la multiplicidad de sentido, en la prescindencia del referente como catalizador del sentido.
Con la pérdida de la descripción en el modo poético, y con la forma poética imbricada en la narración, la diferenciación de géneros es cada vez más compleja, sin embargo queda en el ámbito de la narración un ítem importante, el tiempo.
En la narración hay un tiempo involucrado, algo pasa en un momento, otra cosa pasa en otro, el tiempo es un componente necesario, algo que involucra el acto de contar, necesariamente requiere la evidencia del tiempo, una cosa pasó en un momento, otra en otro.
En la poesía, el tiempo es irrelevante, y es la capacidad de la sugerencia lo que lo construye en caso de ser necesario, pero su función es de crear sus propias convenciones, y de su capacidad de evocación de todo lo necesario para construir un sentido es que la poesía encuentra su impronta.
Es por ello que se dice que la poesía es un lenguaje cifrado, contiene en sí misma los componentes constructivos que revelan ese mensaje, y por lo tanto está sujeta a la interpretación del que encuentra un hilo o un modo de develar su sentido, aunque nunca se pueda comprobar, porque su función no es la del sentido, sino el de la belleza, la transformación del mundo, la conversión y trastorno del lenguaje en un fin superior que eleva los sentidos. En su forma, hay un componente oculto, expresa tanto en lo que no dice como en la forma, trata de desarrollar sus propias convenciones, no hay personajes, sino entes poéticos, basados en la fonética, la grafía, la propuesta es constructiva en vez de normativa.
En la narrativa, los personajes, el tiempo, la descripción, forman parte de su entidad, los personajes son los que dan cuenta del lenguaje, el personaje es concreto, cuenta o es contado, no hay una construcción del tipo lingüístico, sino del tipo anecdótico.
Hay una tendencia a denominar narrativa poética a la forma de la narración que utiliza recursos que se consideran propios de la poesía, como la metáfora o la mímesis, el oxímoron, la comparación y tantos recursos estilísticos, sin embargo no son esos los aspectos de la diferenciación entre los géneros, sino un conjunto de condiciones.
Si se puede definir algún modo de leer poesía, no es posible simplificarlo, pero tal vez nos acercamos si se trata de no intentar encontrar una representación de alguna realidad en un aspecto narrativo, es decir, no hay una historia específica que considere un devenir temporal, como no hay mímesis de personajes, hay una belleza intrínseca que puja por constituirse en su propio lenguaje que vibra bajo la mirada del lector adecuado, que no es nadie y son todos.
La poesía es una experiencia a la hay que abandonarse para disfrutar. La narrativa es la lectura de una experiencia.
Ambos son géneros que con el tiempo tienden a zanjar sus diferencias fingiendo el uno ser el otro y viceversa.