En los aspectos literarios, los mejores villanos no difieren mucho de la elección del público, salvo en la percepción de la detección de este personaje, sobre todo en los recursos que lo constituyen.
Hay tópicos ineludibles, las caras especiales, la inteligencia, la tenacidad, son cuestiones necesarias para insistir en la maldad, y condiciones suficientes para que los buenos se vean obligados a persistir.
En la mayoría de los casos, el villano particular, presente completamente o sugerido o explícito es la oscuridad, que por definición cuenta con la luz como el opuesto de Perogrullo.
Mientras los malos se escudan en la luz para cometer sus tropelías, en algunas historias es directamente la oscuridad la opción a combatir.
En los malvados de carne y hueso, o animados, la oscuridad, con forma de sombra es el Sancho Panza que cuenta la historia y establece el clima.
La oscuridad funciona como un disparador, leve densidad y maleable la oscuridad goza del privilegio de la mala prensa, hay que combatirla, tiene afinidad con las caras de los malos, siguen sus pasos, se elongan en el mal sentido, se asocian al miedo.
Si de historia infantil se trata, es utilizado como adjetivo para indicar su intención, magia negra, hechizos negros; en algunos casos, la oscuridad se usa para ocultar un rasgo cuyo origen es misterioso como esconder una mano a la que le falta una falange y revelarlo en un momento de epifanía del relato, cobrando importancia la oscuridad de la ocultación.
Luego se manifiesta en la elección de personajes que destacan por su apego a la oscuridad, los lobos, ofidios y otros de la fauna que utilizan la oscuridad para merodear.
Sugerir la oscuridad con personajes a propósito, traspasó los límites de las edades, mientras para los niños es el primer temor atávico, la vida moderna, de saturación visual insensibiliza la percepción del personaje como puente utilizando las oscuridad, sobras o falta de luz como el facilitador para identificar los tipos; en la narración moderna, se asume la oscuridad directamente como el personaje, no requiere más explicación que nombrarla: “la Oscuridad”, y sus variantes, “el Oscuro”; tal como buen ejemplo es la película de Harry Potter, donde el señor Oscuro encarna toda la malignidad contra la que hay que luchar; película en la que además confluyen todas la formas de uso de la oscuridad para saturar la idea del mal, sombras, animales nocturnos como búhos, personas con sombras en las caras que sugieren maldad, fantasmas.
Denominar “el Oscuro” al villano, lo despoja del nombre, de identidad y generaliza su influencia sobre el entorno, dejando la impresión de indefensión, de estar rodeado sin poder evitarlo.
La oscuridad moderna es el desconocimiento. La tecnología ha colocado en el lugar del villano la oscuridad virtual, lo que hay detrás de otra oscuridad, la del monitor del otro lado de un teclado.
Hay una interesante ambivalencia entre la inexacta sensación que la oscuridad del teclado remoto está fuera del ámbito físico en donde puede ocurrir algo malo, pero los guionistas, las redes sociales y la realidad, ha penetrado esa distancia haciéndola inexistente, ya que hay muchas muestras que el villano oscuro de las redes cobra muchas formas, ya sea en forma de virus, de estafas, persecuciones y sobre todo engaños tan imaginativos como se pueda lograr amparados en la oscuridad anónima de la Internet.
Con otros medios, más o menos complejos, el villano sigue siendo la oscuridad, más allá de las formas con que se moldea, a través de sombras, con criaturas de la noche o detrás de las redes y medio provistos por la tecnología, este recurso sigue dando resultados, es el maestro mayor del terror.
Queda en el escritor utilizar un recurso que parece tan compenetrado con los mecanismos de nuestra especie para generar adrenalina, casi más útil que la luz misma.