Se está acostumbrado a creer que la matemáticas y la literatura no se entienden o son campos opuestos, como si la condición de opuesto pudiera asignarse a algunas de esas disciplinas.
Sin embargo están íntimamente ligadas con lazos tan importantes que hasta tienen nombre.
Consideremos la siguiente idea: imaginemos el menor número natural que no se puede definir con menos de un millón de palabras, la paradoja es que acabo de definir perfectamente este número, y con mucho menos de un millón de palabras, esa es la definición de la paradoja de Berry.
La idea es medir la cantidad mínima de palabras que se requiere para definir algo, esa cantidad es ambigua o no se puede determinar y además, varía con cada idioma, de modo que el paso siguiente es formular una noción matemática precisa en un idioma artificial, usualmente la matemáticas para nombrar los números, así como usar las palabras para definir el proceso.
Por dar otro ejemplo: el número que tiene un millón de ceros, es un número muy grande, pero su descripción es muy corta, el número de palabras que usé para nombrarlo es menor que el número que estoy mencionando.
Algunos podrán preguntarse para qué sirve esta aparente banalidad, aunque muchos la usan exhaustivamente y es una de las expresiones más comunes, en su forma más conocida: más es menos.
Parece que esta última descripción es la mejor de las presentaciones, ya que no resulta tan banal, como la misma formulación en un lenguaje matemático.
Otro ejemplo del roce entre matemáticas y literatura, se encuentra entre los recursos literarios, como por ejemplo la aporía y la antinomia, ambos término en completa y compleja relación con la definición matemática de las paradojas lógicas.
Una aporía se define como los obstáculos que presentan al progreso de la resolución de un problema, cuando se está intentando ampliar el conocimiento sobre el mismo.
Todos conocen mejor la forma literaria de la presentación de una aporía, representada por Zenon de Elea aporías que hoy son famosas, por ejemplo la que demostraba la Imposibilidad lógica del movimiento o la célebre paradoja de Aquiles y la tortuga.
En otras palabras, las aporías son dificultades, vericuetos que eluden la resolución de un problema.
Mientras que una paradoja, en su acepción más difundida se especifica mediante una oración que es verdadera si y sólo si es falsa, lo cual la hace imposible.
Una antinomia, se da cuando se puede defender, o demostrar, tanto una proposición como su contradictoria, sin poder hallar el error, lo que plantea claramente un dilema, en algún lugar está el error, aunque no se pueda encontrar.
Todos estos recursos, propiamente literarios y matemáticos a la vez, exponen lo que el lenguaje en sí mismo no se cansa de expresar, el aspecto argumental de cualquier proposición matemática es un proceso literario.
De esta manera es como se puede demostrar que los que piensan que un razonamiento matemático tenido por opuesto al razonamiento literario es una paradoja.
Los escritores, como los matemáticos, se sirven del mismo hemisferio del cerebro, el izquierdo, para los diestros, que es donde se localiza la unidad aritmética lógica del cerebro, el que usa habilidades matemáticas.
En suma, la matemática, no sólo es imprescindible en la vida diaria, sino que también lo es la literatura.