Siempre he pensado que la imagen de Borges como un personaje sarcástico frente al entorno social, y manifestando con ironía la perplejidad con que usualmente se enfrentan ciertas realidades era una señal del rechazo de Borges ante el problema de la definición de la identidad como única.
Borges manifiesta en su escritura ciertos rasgos que pudieron sostener la tendencia de “no ser Nadie”, con que suele atribuirse como núcleo de su obra.
Si algo en nuestras vidas se repite, deja de ser especial, con lo cual la idea del tiempo circular que aparece en El Aleph, por ejemplo, puede leerse como una desacralización de la unicidad del momento vivido, el laberinto, en vidas como El Inmortal, y en casi todas su obra.
Un tema recurrente en Borges es la duplicidad o la multiplicidad, ya sea en el concepto del espejo, en el de los laberintos, en el de la memoria, metáforas con que se puede relacionar su obra.
La idea respecto a lo que hace un hombre que puede repetirse para cualquier otro hombre, no está circunscripta a uno de sus textos, como en El Inmortal, sino que también está explotada en La forma de la espada, o en el famoso texto sobre el Quijote que fue escrito por Pierre Menard, entre otros.
Para Borges, él bien podía ser otro, su explotación por las paradojas, su invención de las recursividades con que la vida tiene el mal gusto de ocurrirnos nos atrapa en la reflexión de una realidad en la que la identidad, ya sea de cuerpos, de personas de ideas no sólo no es única, sino que hasta la idea de que lo sea decae en prestigio.
No sólo el mundo es Babel, también nosotros, con nuestras identidades incluidas.
Con una economía sutil de recursos, como un virus aéreo, lo que ha planteado es un aporte o un castigo, respecto a la duda existencial; nos coloca ante la certeza de la que la verdad no es tal, sino por el contrario, la duda sobre la verdad es lo más aproximado a la realidad y nos inicia en la desconfianza respecto a las evidencia de lo contrario y expone la idea de que la vida está organizada por una serie de circunstancias que ni siquiera son únicas y particulares, e incluso aún así, probablemente equívocas.
En cada caso, e infinitamente, Borges revela que un escritor, no es quizás siquiera él mismo, sino una serie de circunstancias, incluso desencajadas en el tiempo, como dice en su texto sobre lo que le pasó a Ema Zunz: …su historia se impone a todos porque era verdadera sobre lo esencial…()… eran falsas las circunstancias, la hora y ciertos nombres…
Entre otras cosas, nos hemos acostumbrado tanto a la duda y al asedio de la realidad torcida que sin saberlo casi todos actuamos del mismo modo, nos duplicamos, nos suplantamos y nos replicamos, no sólo en nombres si no en el tiempo.
En las redes es posible encontrarse con una misma, lejos del tiempo de los relojes, bajo otras máscaras, en otros textos, en otra Babel.
La red se arma de la misma sustancia con que Borges escribía sus textos, el laberinto hípertextual, otras ruinas circulares.
La visión en general que se puede extraer de los lectores en las redes es de desconfianza ante las explicaciones aparentemente profusas, tanto de hechos de la vida, como en textos, ante la idea de que las cosas más importantes de la vida son fáciles, sencillas y cotidiana, idea que no es nueva, ni original, y que tiene hasta nombre propio: el concepto bakhtiniano; sin embargo Borges propone con todo su poderío ficcional la ineficacia de la palabra escrita en su función de explicar, imitar o incluso de dar cuenta de alguna realidad.
Todos los participantes de cualquier acto escrito estamos sometidos a la misma atmósfera ambigua de la palabra.
Borges utilizaba la figura estilística de la ironía, atento a que la ironía es un tropo retórico que envuelve la creación de un significado o asociado con una palabra o una oración dada con una atmosfera de ambigüedad; revelando su propio escepticismo.
Borges fue un visionario además de uno de los más extraños escritores en cuanto que tiene tantos adeptos como detractores.
Un personaje o una persona, casi a la medida de la palabra; incluso hasta hay mitos que exhalan al aire la idea de que Borges no existió, sino que fue un invento de un grupo de escritores intelectuales.