Los dos somos muy feos. Yo porque tengo acá, unas cicatrices; ella las tiene aquí, y van desde este lugar hasta más allá, y se repiten aquí y aquí.
Cuando camina, le dicen cosas; se percibe una vibración, un aire enrarecido. Ella sigue sin conmoverse y sin mostrar ni una mueca.
Ella es más fea que yo, me parece, porque está marcada de aquí hasta aquí, y se le repiten las marcas, como si fuera que la repetición disimulara lo feas que son, en cambio las mías, aunque irregulares, no son tantas, ni tan extremas; no soy tan feo como ella porque no he estado con otra mujer. No he deseado a otra mujer.
En cambio ella ha tenido demasiadas personas en su vida, hombres, mujeres; aunque es tan fea que bien podría haberlo inventado, aún así, hay que tener en cuenta que cuando camina le dicen cosas.
Mis cicatrices, me las hizo ella; ésta de aquí, que ha formado un callo grueso, morada, grotesca, me hace tan feo, que no hay cómo imaginarse algo más feo, ocurrió cuando me dejó aquella vez.
Período que más tardó en volver; y yo, de rabia, le hice esa que le cruza la cara, no es tan fea como la mía, pero es lo mejor que pude hacer, no soy muy bueno en esto de dejarle cicatrices; aunque ella es más fea que yo, estoy seguro que no pude haberla estropeado yo sólo, debido a ello le creo que fuimos varios, por eso ella es más fea.
Otros, en nuestras mismas circunstancias eligen dejarse, abandonarse, o romperse a pedazos peor que nosotros, seccionarse miembros, por ejemplo, o matándose.
Nosotros insistimos.
A ella le gritan linda, en la calle, a mí, me dicen suertudo, pero lo cierto es que nosotros nos miramos y nos vemos realmente. Tenemos miedo que alguien más nos vea tal cual somos.
Creo que esa es la razón por la que seguimos juntos, somos muy feos.