El epigrama es una confección poética especial en el que se encuentra principalmente una expresión satírica, o una intención festiva, que se presenta como forma de composición poética.
Sus orígenes de creen que comienzan en la cultura helénica, porque caracteriza por la forma, la extensión e intención a esa época.
Los epigramas se utilizaban para temas especiales que tenían que ver con la vida simple de todos los días, y los temas eran tejidos interminables de relación entre el amor lésbico o gay, religión, cortejo y en general se armaban con una mezcla de inocencia y arte.
La idea principal parecía que era traspasar el filtro de la erudición que era patrimonio de los poetas, para dar testimonios sobre la vida misma, y las preocupaciones del hombre de la época.
Aunque la forma del epigrama comienza su ruta en la Grecia clásica y su nombre deriva del griego, eran inscripciones que se colocaban en objetos que luego se regalaban.
En un principio eran por lo tanto escritos cortos, y con sentido relacionado al destinatario del objeto y posiblemente incluía al propio objeto como forma alegórica de representación.
El epigrama incluso, cuando se encuentra en tumbas o cementerios, pasó a la forma que hoy se lee como epitafios.
La palabra epitafio en realidad deviene de la palabra epicedios, que es un tipo de poema ingenioso que siendo breve representaba en astucia al creador, y en broma al destinatario.
Como sea, el epigrama toma relieve de género al conformar una estructura diferenciada del poema, y por su intención de ingeniosidad, gracia, burla o broma, tiene la carga de que necesariamente debe ser entendido y con ello se diferencia de su pariente erudito el poema, que por el contrario, se coloca en el lugar opuesto con su sentido oculto.
Tras los Griegos, siempre aparecen los romanos, que le dan una definición más contundente y precisando las dos cosas que debe cumplir: brevedad y argucia.
Ya en el siglo XVII, aparece con un epigrama especial, una característica que vendría a corroer la literatura actual, colectando tantos detractores como adhesiones: la literatura que habla de sí misma.
Este epigrama, se refiere a sí mismo en forma y contenido:
A la abeja semejante,
para que cause placer,
el epigrama ha de ser
pequeño, dulce y punzante
Autor de del siglo XVIII, Juan de Iriarte.
Para mi sin duda uno de los primeros indicios de la literatura autorreferencial de la actualidad.
Se consideran derivaciones otras formas literarias como las greguerías, los membretes (Oliverio Girondo), los grafitis, en muchos casos perdiendo su origen de burla o picardía y convirtiéndose en elegíacos, amorosos, informativos.
Algunos le dan parentesco con el Haiku, porque en definición son formas parecidas.
Lo que a mi me parece es que el rantifuso, encuentra su origen en esa pequeña forma literaria que en definitiva lo que intenta es despojar el poema de la encriptación esperable en el poema erudito, y exponer sentimientos. Mientras que en la antigüedad se encapotaban esos sentimientos bajo la expresión de la burla, o la jocosidad; en el rantifuso se transfiere como el lamento.
Tal vez me da a pensar esto que las motivaciones de la manifestación del rantifuso, son semejantes a los epigramas antiguos:
El Marqués y su mujer
están contentos los dos;
ella se fue a ver a Dios
y a él le vino Dios a ver.
Que hace referencia a que se amuró la percanta, mientras el malevo fue visitado por otra mina.
En fin, que el epigrama era a los Griegos como el rantifuso a los tangueros.
En otras palabras, que el rantifuso porta cierta prosapia de la antigua Grecia, lo cual le confiere cierto y turbio pasado aristócrata.