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27 Decir que 'nunca es triste la verdad' me pone muy triste. ¿Habrá algún remedio para esa tristeza?   por   marisita
 
 
AnaAbregu 9/25/2011 | 07:54:16 p.m.  
 
Adjetivación, la máquina de picar sentido
metaliteratura, revista de literatura latinoamericana, recursos retóricos, recursos estilísticos, Ana Abregú,
Tags:
  literatura   literatura latinoamericana   artículos   escritora Argentina   Ana Abregú   teoria sobre la adjetivación   adjetivación en textos   textos literarios
 
 

El adjetivo es la palabra que acompaña al sustantivo para calificarlo, determinarlo y le otorga características. El adjetivo en lo literario es un complemento que se ha discutido en muchas teorías, y creo que todas han tenido una función de mejora del texto, tanto en lo fónico como en lo literal.

En tanto fónicos, los adjetivos terminan con z o con l, ejemplo: falaz, inmóvil, los hay que hacen referencia al género del sustantivo como bueno o mala, y los que terminan en e, triste, inmutable, y si se busca los hay que terminan i, señalo esta cualidad de la grafía de los adjetivos porque son usados en su doble función: la de complementar al sustantivo, y de la letra final para ser usados con preferencia en aquellos textos denominados poéticos.
Hay mucho por decir sobre los adjetivos, puesto que se clasifican por su uso, los hay adjuntos (cuando se encuentran unidos al sustantivo, oscura noche o noche oscura),  explicativos (expresan una cualidad del sustantivo, reafirmándolo, se utiliza delante del sustantivo: cobarde soldado), especificativos (amplía información: conciencia limpia), calificativos (señalan cualidades: sol grande),  determinantes (cuando señalan algo de un sustantivo, pero de todos los posibles el adjetivo sólo le cabe a uno posible: e.t. es un buen extraterrestre), variaciones de estas clasificaciones son los adjetivos cuantificadores como séxtuple, quíntuple, o los interrogativos, como cuáles, quienes, numerales como dos, uno, extensivos como tan, pocos; y otros tipos de usos o combinaciones demasiado amplio para enumerar todo.
Por razones literarias, sus usos se han ido diseminando en las escrituras porque su doble función, la de apoyar en algún sentido al sustantivo y la de aportar su forma fónica, constituyen uno de los conjuntos preferidos para adornar un texto.
Sin embargo, por lo mismo, es bastante usual caer en el exceso. La adjetivación excesiva de los escritores que nos precedieron son, en principio, el origen de los Lugares Comunes, que ya comenté en un artículo anterior; otro abuso es la tendencia excesiva a la cacofonía, efecto sonoro desagradable producido por la cercanía de sonidos o sílabas que con igual pronunciación dentro de una palabra o en frases cercanas producen una sensación de rechazo de lo escrito.
Hay que distinguir la cacofonía del recurso estilístico o retórico Aliteración,  en un ejemplo en el comentario 20, del artículo Oximorón con crema chantilli, utilicé la frase “perro guarro”, en donde la cercanía de las sílabas “rro”, es un recurso estilístico denominado Aliteración, con un efecto auditivo buscado, que en el ejemplo remarca ferocidad.
La cacofonía se refiere a lo que no cumple función textual y a la cercanía de palabras, como cuando la terminación de una palabras es el comienzo de la próxima: casa amplia, luna ámbar, o frases completas con excesos de vocales: La rama calmaba el bandazo de la araña, o excesos de consonantes, me miraba mejorar mejillas, mientra me miraba más y más.
Los mejores escritores aconsejan prescindir del adjetivo y escribir, algunos opinan que ese “escribir” es sinónimo de describir, y hubo toda una serie de escritores apoyando esa sugerencia, de este modo aparecieron  textos descriptivos, con gran influencia en lo que se dio en llamar poesía moderna, descriptiva, que parece contar una historia desde el uso de  verbos o sustantivos con un mínimo de adjetivos.
Uno de los autores que más me gustan en representación de este tipo de poesía es Roberto Juarroz, de quien recomiendo leer completo su maravilloso libro “Poesía Vertical”.
 
Poesía vertical I
 
Una red de mirada
mantiene unido al mundo,
no lo deja caerse.
Y aunque yo no sepa qué pasa con los ciegos,
mis ojos van a apoyarse en una espalda
que puede ser de dios.
Sin embargo,
ellos buscan otra red, otro hilo,
que anda cerrando ojos con un traje prestado
y descuelga una lluvia ya sin suelo ni cielo.
Mis ojos buscan eso
que nos hace sacarnos los zapatos
para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo
o inventar un pájaro
para averiguar si existe el aire
o crear un mundo
para saber si hay dios
o ponernos el sombrero
para comprobar que existimos.
 
(Tomado del libro Poesía Vertical, Roberto Juarroz.)
 
 En general el joven escritor, en la etapa de desplegar su propia escritura, se deja envolver en la excesiva adjetivación, suponiendo que eso transmite un estado o circunstancia personal, de emoción, sin embargo, nótese que en el texto de Juarroz, la circunstancia emotiva se trasmite, y flota permanente, la sugestión de los ojos como una red, el aire que falta si no se está a su lado, el momento de sacarse los zapatos, previos al amor o a la intimidad de la cama; todo un mundo de sugestión con un mínimo de adjetivación, ausencia total de cacofonía e incluso de rima artificial, notar que el uso de la metonimia como catalizador del sentido encuentra su efecto poético naturalmente, sin necesidad de la ampulosidad de la adjetivación.
Claro que estamos hablando de un escritor de gran altura, llegar a esa perfección no es cosa de escritura al azar, sino más bien un muy bien pulido proceso racional de selección y artificio literario.
En suma, a la hora de leer en voz alta un texto hay que prestar atención a si el uso de adjetivos realmente lo ayudan; aunque es difícil dejar aflorar un texto sin el componente emocional, es buena idea escribirlo, guardarlo en un cajón y cuando ya no se esté tan influido por el proceso emocional y se pueda encarar lo escrito con el proceso racional, enfrentar la corrección con la intención de desguazar los recursos empleados, con un resultado, quizás de eliminación, aunque sea un asunto doloroso.
Respecto a la elección del uso de los adjetivos, cito a Carpentier, los adjetivos son las arrugas del estilo, frase cuyo sentido ambiguo establece justamente su mejor característica,  sobre todo por no caer en el lugar común o en la profusión, pues como vimos, es mejor la sugerencia que la función declarativa o explicativa del adjetivo.
Uno de los escritores más hábiles en utilizar la adjetivación con éxito, fue Borges.
 
LAS COSAS
 
 El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
Notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.
 
Jorge Luis Borges.
 
En la frase que termina con ajada al final de la línea, la relación entre la página, que precede al adjetivo, y violeta, la flor en la línea próxima, o el color; violeta es una palabra en clave dicotómica, que puede representar estados de ánimo, una referencia al sentido del olor, una referencia al sentido de la vista en su función color, una referencia a la época, las violetas son símbolos de modestia o timidez, de cierta forma un emblema; Borges juega con la relación de sentidos, usando el adjetivo como una metonimia más que como declarativo o explicativo, en referencia a la página, como vieja o ya pasada, muy leída, en referencia a la flor, como seca o todo lo que ya se mencionó. Mismo efecto e intención con la palabra tardía, precedida con cerraduras, seguida de Notas.
El uso de dócil cerradura, siempre en Borges existe esa ambigüedad de relación entre el adjetivo y su sustantivo, que no son declarativos ni explicativos, sino metonímicos,  la cerradura muy usada, transitada.
Borges es un escritor reconocido en el arte de la adjetivación precisa, su libro “Ficciones”, es considerado una de las joyas literarias para el estudio del adjetivo como recurso sin caer en los males que lo aquejan, y es uno de los escritores capaces de esgrimir hasta tres adjetivos en la misma frase sin caer en el tan temido exceso, utilizando una clara preferencia por la anáfora, repetición de palabras o conceptos, los adjetivos en una función metonímica como ya vimos, la hipálage o sea el recurso fónico o semántico e incluso gramatical fuera del uso común; la adjetivación con doble función o significado, y los adjetivos derivados por anexión de prefijos esencialmente negativos o privativos, como por  ejemplo: inaccesibilidad, improbable.
Los secretos del maestro, son inacabables e inabarcables, valgan como ejemplo y como características de la descripción, siempre incompleta de su escritura.
Todos los que escribimos tenemos un cajón secreto, que esperamos se autodestruya en cuanto desaparecemos, en donde escondemos una vergüenza literaria que nos provoca un placer privado del que no podemos prescindir, pero que a la luz literaria es completamente inadecuado y nadie agradece.
Los grandes escritores, se han destacado por la parquedad en el uso de los adjetivos, salvo las excepciones como se han comentado.
La literatura de verdad está llena de expiraciones.
 

Ana Abregú.

www.metaliteratura.com.ar

 

 

 

 

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