El encuentro contó con la presencia de argentino Martín Kohan (ganador en España del Premio Herralde), la española Elvira Lindo (ganadora del XIX Premio Biblioteca Breve) y el chileno Sergio Missana (finalista del Premio Rómulo Gallegos) y la moderación de Patricia Kolesnicov.
Desde el comienzo percibí que se ofrecería al público una buena variación en cuanto a opiniones sobre el tema de la mesa redonda, pues no hubo pasado ni las presentaciones por parte de la moderadora que la escritora Elvira Lindo ya se explayó con comentarios, según yo, por no decir desubicados, diré algo bizarros.
Parece que en una charla previa Elvira Lindo había iniciado un acercamiento al tema, preguntándose primero qué era una “mesa redonda”. La moderadora no tuvo mejor idea que iniciar sus preguntas devolviéndola a los escritores presentes y dejando que se expresaran por sí mismos.
La primera persona al lado de la moderadora, la escritora española, tomó el micrófono y con una voz calma y templada pasó a relatar un encuentro anterior, una mesa redonda, (como esa que en la que estaba participando), de la que ella había salido un tanto desilusionada porque estando a la par de grandes escritores había “perdido” la tarde hablando “tonterías”, sin importancia, "en vez de hablar de literatura", (los entrecomillados son citas textuales de sus palabras).
Mientras ella iba por ese lado, las caras de los compañeros de mesa fueron de antología. Martín Kohan, a pesar de su modestia usual, revoleaba los ojos, esforzándose en un respetuoso silencio. En algún momento mirando al público, con un gesto que pareció querer escudriñar si el público captaba el ilógico comienzo que los dejaba a él, y escritor compañero, en la posición peculiar de ser los “compañeros de mesa redonda con los que se hablarían tonterías”, este entrecomillado es mío.
A Missana se le escapó un gesto que le arrugó la cara, tratando de ocultar inmediatamente cualquier mueca, aunque sin mucho éxito, pienso que cayendo en cuenta de lo mismo.
La expresión de la moderadora era de tal perplejidad que en cuanto la Lindo la miró, en el medio de su divagación, al darse cuenta que estaba diciendo una barbaridad, misma ella expresó: “No debí decir esto ¿no?”, ante lo que el público finalmente rió, y entonces recién se dio cuenta de decir: “Bueno, pero aquello fue otra cosa, yo estoy muy a gusto en esta compañía”, pero ya era tarde.
Ambos escritores caballerosamente pasaron del comentario y a lo suyo cada uno.
Con semejante comienzo ya se podía esperar que no fuéramos a dejar de escuchar barbaridades por el estilo, para mí, divertidas, pues no es común ver en ciertos ámbitos, hundirse a sí misma una persona paseando su desubicación con soltura, sin ponerse nerviosa y emitiendo opiniones bajo el peso de la seguridad de ser irrefutables.
El aporte de la Lindo sobre la legitimación corrió por declarar que ella vivía de la literatura, pues era best sellers en venta de libros para niños, aunque dijo cosas curiosas sobre el asunto, dejó en claro que para ella el circuito de legitimación de su obra -que la preocupaba, no por ella, sino por su editora-, eran las ventas. Insistiendo en que si no vendía, ella se sentía hasta culpable, porque la editorial perdía y que es una presión que ella sentía como si la editorial fuera propia.
Me siento mal, falencia mia, por no haber comprendido del todo el punto expresado por Missana quien nombró a Borges y otros escritores, citando frases, bajo la suposición de coincidencias, que parecieron dejar flotando la idea que la obra se abre paso por su cuenta, sin más profundidad que esa, no por breve poco importantes. Seguramente mi mente se entretuvo en la obra paralela que se iba desarrollando, la puesta en escena de la Lindo. El de Missana me dejó la idea de ser un discurso para "agradar" al país de Borges. No podría decir que me impresionó. Fue como recurrir a una fórmula
La exposición de Martin Kohan, especialmente interesante, por lo lúdica y sensata.
Hizo una lista de los hits que se consideran procesos legitimadores: ser publicados por editoriales, ganar premios, ventas por diferentes razones, las entrevistas –no recuerdo todas las que mencionó-, pero indicó que eran a su vez intercambiables y asociativas, por ejemplo, si se tienen premios se accede a entrevistas, si se tienen ventas se accede a la publicaciones y así, sólo para dejar en claro que en su opinión, ninguno de esos eran indicadores de la legitimación de su literatura, sino que él consideraba que las legitimaciones provenían de las lecturas de los “buenos lectores”, lectores minuciosos, críticos, estudiosos, o lectores rigurosos.
Mientras decía esto, se podía ver en la Lindo –y esta es mi interpretación, claro, sustentada en las cosas que luego dijo-, con una incomodidad acentuada, con evidentemente ganas de intervenir en el comentario de Kohan, pero educadamente esperando su turno.
Para cuando pudo hablar, que fue en cuanto Kohan apartó el micrófono para respirar, ella tomó la posta para meter la cuestión sobre:”qué se considera buen lector”, y sin esperar respuesta, prácticamente expresó su rechazo a la crítica que, según ella, dice cosas de algunos textos –sin declarar que hablaba de sus textos-, que ella ni entendía, luego de confesar que en España los escritores viven de hacer reseñas de libros, quejándose de la “incomprensibilidad” de algunas reseñas provenientes de críticos.
Luego, se dedicó durante buena parte de uso del micrófono para enunciar que no le parecía que los críticos escribieran reseñas que ella no entendía, constituyéndose en ese momento en metro patrón de la comprensión de textos críticos, indicando una y otra vez de diversas maneras que “los críticos no deberían escribir cosas que ella no entendía”, haciendo extensión a “la gente”, repitiendo: “los críticos no deben escribir cosas que la gente no entiende” y explayándose sobre que ella encuentra interesante los textos científicos cuando los que los escriben se toman el trabajo de hacerlos tan simples que hasta ella los entiende.
Dejando claro de este modo que su entendimiento era metro patrón de cómo deben escribir los críticos.
De ahí en más dejó como obvio que encontraba natural que los críticos se preocuparan en que ella entendiera lo que escribían o sino no servía de nada.
Eso lo dijo ella: “a mí de qué me sirve una reseña escrita por un crítico que la gente no entiende”, dejando deslizar en el procesos de explicarse que ella tenía amplio conocimiento de lo que la gente entiende en las reseñas de críticos.
Quiero creer que interpreté la cara de los otros escritores escuchando semejantes cosas, los dos asistían mudos, en ocasiones Kohan miraba al público un poco desconcertado, creo que buscando otra vez, consenso o disenso de lo que se decía - Y yo tuve la fantasía que podía leerle los pensamientos -.
Missana parecía profundamente perplejo y no aportaba mucho. Pienso que estaba realmente desconcertado pues miraba a los compañeros de mesa y al público sin poder hilvanar palabras, incluso realizó un gesto que lo delató para tomar distancia: corrió la silla hacia atrás, disimuladamente, con ademán para que parezca que podría mirar mejor a la Lindo que estaba a su derecha, y acercándose físicamente a Kohan en el proceso.
En cuanto le llegó el turno, Martin Kohan, con toda delicadeza expresó, no saber cómo era la cosa en España –dejandole abierta la puerta a la Lindo para que no pareciera que la quiso contradecir-, enfatizando que en Argentina él creía lo contrario, que creé que hay muy buenos trabajos de críticos, que creé que en esa área hay lo que dijo: bueno lectores.
La Lindo no se detuvo, sino que “atacó” la visión de legitimidad propuesta por Kohan, explayándose de cómo en la realidad se tiene que tener en cuenta las ventas y conformar a las editoriales, y por ese carril, se entretuvo contando anécdotas personales de cosas que le exigían para exportar sus libros a otros idiomas.
Aprovechó para quejarse de que sus libros infantiles se habían traducido a todos los idiomas pero que no se comercializaban en Latinoamérica porque las editoriales le exigían que el habla de los niños tenía que ser registro neutro y que ella tenía particularizada el habla de los niños en español, como correspondía a los relatos que ocurrían en España.
Me quedó claro que parecían dos visiones muy diferentes, mientras la Lindo insistía en propagar todo tipo de comentarios que declamaba su éxito, sus libros, sus ideas, Kohan hablaba de literatura.
Lo que resultó curioso es que al comienzo de la charla, se había quejado exactamente de eso: de que en las mesas redondas se hablaba de tonterías en vez de literatura.
Dos hechos que me gustaron particularmente fueron los del final, en un momento preguntó la moderadora cuáles eran los resentimientos que les había quedado en sus carrera, algo que quisieran contar, “sacarse” y que aprovecharan el momento para hacerlo.
La Lindo, atacando con lo de los libros infantiles, Missana dijo que era algo que se podía contestar con lo políticamente correcto -cosa que creo que fue su política en toda su exposición, lo políticamente correcto, sin que al menos a mi me haya parecido particularmente atractivo su discurso-, pero no agregó nada, y lo más gracioso fue Kohan que expresó que tenia no resentimientos, sino uno, aclaro que más que resentimientos podría decirse que era un dolor, uno solo.
“Me duele que la gente piense que alguna crítica favorable a mi era porque venía de mi esposa, sin enterarse que en el momento que se hizo la crítica, no era ya mi esposa, me había dejado por alguien más alto que yo, más lindo que yo, más rico que yo. Si lo van a criticar a uno, lo menos que pueden hacer es informarse bien”.
Lo que causó gran jolgorio en el público.
En el final, la nota la dio la moderadora, con la pregunta: “qué opinan del libro electrónico”, con ahora la mirada de estupor de los tres escritores, ante lo que la moderadora interpretó: “Les chupa un huevo el libro electrónico”. El entrecomillado es cita textual.
Al final del encuentro algunas personas del público hicieron preguntas.
Es muy difícil recordar todo lo que se dijo, y supongo que sólo lo hice con lo que me dejó impresiones, cosas que me hicieron pensar, o por lo divertido, pero no quería dejar de escribir sobre esto, pues como sea, el Filba es un espacio para escritores y lectores, y de cierta manera el espacio para decir cosas, para conocer a los escritores, para saber cómo piensan y en todo caso para interrogarlos sobre aquello que nos causa curiosidad.
Me gusta seguir las charlas de las que participa Martin Kohan, me resulta sagaz, divertido y porque en todo lo que dice hay una trasmisión de su arte, de motivaciones que hacen al jugo del que se nutren sus libros, de literatura. Recomiendo todos sus libros.