_ Las palabras, salen con lo que haya adentro, cada palabra está contaminada del humor acuoso de los órganos_ dijo el viejo, metiéndose los dedos en los bolsillos.
El chaleco negro tenía un brillo irregular justo por encima de la solapa de los bolsillos, revelando la estela cerosa que, seguramente durante años, dejaron los dedos deslizándose, como las huellas sobre un asfalto muy transitado.
Extraía pequeños papeles, que debió haber depositado en los diferentes bolsillos, con la configuración de un mapa interno que correspondía formar algún recorrido concreto, porque cada vez que obtenía uno de los papeles y leía un poema, parecía a propósito de lo que hablaba en una coincidencia que sin exagerar, le sonaba bien.
Quizás eso reforzaba la idea de la consustanciación entre los poemas y sus palabras, que matizaba con una ronquera de respiración difícil.
Los que escuchaban, parecían atentos, más atentos que él mismo ante las palabras del poeta, pues a él le atraía más mirar el garabato de la cara que le habían dejado las arrugas al viejo, y la mente le divagaba por la fantasía de verlo visitar a su madre, que enferma, lo esperaba en el piso de arriba.
Poeta y exitoso, pensó, un buen padrastro, o mejor, una buena compañía para su madre, ya que a él sus 22 años creía estar calificado para no necesitar un padre, o para no desearlo, desestimando los rumores de cuando era profesor y sus alumnos lo humillaban. Ahora, bajo la mirada y el silencio de tantos jóvenes las maledicencias parecían insubstanciales.
Aunque estaba ese pensamiento extraño, demasiados jóvenes en la reunión, tanto como él mismo, su inexperiencia con los poemas lo inhabilitaban para pensar que el resto estaba allí por las palabras del poeta y sospechaba un motivo superior o secreto, como el propio, que asumió no estaba en condiciones de develar.
No creía que el placer de la palabra involucrara soportar el hedor a pis de los gatos que impregnaba la casa del viejo.
Los poetas usan los gatos como si fuera un dispositivo de adorno para parecer escritores, pensó; mientras, el poeta retornaba una y otra vez a los papeles, a dejar la huella en camino a los bolsillos y a decir cosas como: “perplejidades de la palabra”, o “ incertezas de una fresca mañana”, y así, divagando entre pensamientos, sin darse cuenta se introdujo en el texto del poeta cuanto escuchó la frase: “reiterar sueños de amor en jadeos nocturnos…” que él completó con la frase: