Ayer, tuve el privilegio de haber presenciado una obra única para mí y todos los presentes, pues ocurrió un suceso en el medio de la obra, que fue una clase maestra de improvisación, control de escenario y excelencia actoral.
En la Sala el Camarín de las musas, en Mario Bravo 960 está ese pequeño gran teatro al que soy un poco adicta.
Especialmente a las obras de Veronese, dramaturgo al que sigo, espío y siento que mantengo una conexión singular, literaria.
En principio porque con Veronese comencé a vivir el teatro de otra manera, el autor, con gran audacia, en sus obras siempre plantea una vuelta de tuerca en sus propuestas, que fingiendo romper con el género, invade al espectador con situaciones que lo hacen pensar.
Una de esas situaciones es, por ejemplo, proponer múltiples puntos de vistas, colocando a los espectadores en espacios diferentes respecto al escenario, de manera que unos espectadores tienen una visión de la obra y otros, visiones diferente de la misma obra.
Otra forma de provocar con el género, es que la obra comienza con el primer espectador que ingresa a la sala, la obra comienza allí, de manera que desde el primero al último verán que la obra ya ha comenzado y es posible que el primero vea algo que no ve el último, aunque por supuesto, nada que impida comprender el mensaje final de la obra.
Para mi sorpresa, esta vez con la dramaturga Laura Nevole, el director Bernardo Cappa, en Pezones mariposa, pasa algo de estos dislates interesantes.
La obra ya ha comenzado cuando el primer espectador ingresa a la sala.
Los actores, monumentales, Lorenzo Quinteros, Darío Levy, Fernando de Rosa.
Lorenzo Quinteros cuenta, en su larga trayectoria, con experiencia como actor, director, voz en off, Actuación en video, iluminador, interprete, diseñador de luces, dramaturgo como participante en guiones.
Algunos suelen decir que hay que explorar todos los roles y no meramente actuar, para convertirse en un grande, personalmente pienso que es al revés, su ductilidad es lo que le permite colocarse en cualquiera de los roles, Quinteros respira su carrera y su carrera lo respira a él.
En especial en esta obra, que transcurre en el buffet de un club de barrio, al personaje de Lorenzo Quinteros, gloria marchita o nunca concretada de jugador de futbol, en su juventud, vive de prestado o incógnito en el lugar, junto a un joven, que alguna vez fue proyecto de jugador, pero que se encuentra excedido de peso y actualmente ayuda en la precaria manutención del orden y la limpieza del sitio.
En un momento, alguien de la comisión directiva ingresa al sitio para informarles que deben dejar el espacio, pues se ha dado en concesión.
Desde ese lugar, se ingresa al mundo personal de cada uno de los personajes, que exponen en una actuación notable y una profundidad de detalles en gestos, palabras, movimientos de los cuerpos, que permiten construir perfectamente la vida de cada uno.
La obra se nutre y llega a los espectadores desde los gestos de cada uno de los actores.
El suceso extraordinario de esta única noche fue que se cortó la luz en las dos terceras partes de la obra, y completamente a oscuras, ahora sin gestos, sin visión, Lorenzo Quinteros, Fernando de Rosa, entablaron un diálogo improvisado que encajaba perfectamente con el momento dramático creado, que permitió un condimento adicional al suspenso in crescendo en el que ya estábamos sumergidos los espectadores.
En ese momento, para ayudar a moverse a los actores, me permití encender el celular para aportar algo de luz, que les permitiera moverse, ya que el escenario contaba con algunos elementos de decorados por ser un bar.
Esto permitió generar un espacio de improvisación y acomodamiento de los actores, mientras la administración entraba y salía tratando de solucionar el problema.
Lo único que lograron es una lámpara alógena inalámbrica que se colocó enfrente del escenario.
A partir de ahí, la magia fue perfecta, ya que los actores, se acercaron al público, con esa única luz, lo que nos permitió ahora una obra expresamente de caras, y voces, y la obra comenzó a pasar entre los rostros que estaban envueltos por la luz fantasmagórica.
Al decir de la experiencia como espectadora, no estaría mal incorporar la situación a las próximas funciones, pero ahora a propósito, ya que el efecto fue extraordinario.
Cuando salimos de la sala, los actores y administración se disculparon con los espectadores por el accidente, pero según yo, fue sencillamente extraordinario.
Durante la obra me reí, sufrí, me conmoví, y sobre todo la creí, puede meterme en esa propuesta olvidando completamente el gesto teatral.
Destaco el acompañamiento de los actores De Rosa y Levy, que realmente conquistan al público, y nos hicieron reír y emocionarnos.
Con un estilo sencillo, algunas imperceptibles rupturas del género, como el corte de luz inesperado o anacronismos en el decorado, la propuestas es meramente apoyada por la actuación, la gestualidad de los actores, un diálogo impecable, reconocible, personajes aparentemente sencillos, pero complejos en los que el reflejo que encontramos es la construcción de cada uno, que pretende ser representación de cada uno, pero no es más que la apariencia montada en el diálogo autobiográfico que cada uno decide exponer ante los otros.
El reconocimiento con el espectador es instantáneo, con la excusa del futbol, el barcito, se establece en realidad, el paso del tiempo, en clave de estilo sainete, con personajes que toman su ración del grotesco y una realidad atemporal en que la obra se arma de gestos, frases, sensaciones.
La vida del afuera, que invade la del adentro, en el buffet, lo económico, lo erótico, los deseos ocultos insatisfechos, los que se satisfacen pero a gran costo, morbosidad, el ridículo, lo exagerado, mientras que todo parece que va a terminar mal, y que hay una exhibición de miserias personales, hay también ternura, amor, esperanzas vanas, todo un cóctel de dimensiones fortuitas donde los personajes construyen una existencia que les permite continuar.
Por el contrario de lo que parece, no se sale de la obra triste, sino por el contrario, con un sentimiento de haber presenciado un gran espectáculo y un gran trabajo actoral.